Sí, los niños coleccionan momentos, no horas del reloj. Mientras tú miras el reloj a cada instante calculando el tiempo que estás o que dejas de estar con tu hijo, él ni siquiera sabe leer las manecillas de un reloj.
Hace unos días mientras preparaba el desayuno en casa me arranqué, cuchara en mano, a cantar y bailar una canción que sonaba en la radio ante las risitas nerviosas de mis hijos que apuraban la taza de leche. Fueron unos cuantos segundos, pero suficientes para que mi vecino de enfrente me viera hacer el payaso.
Mis hijos se dieron cuenta antes que yo, por lo que sus carcajadas creo que terminaron por despertar a toda la urbanización. Intenté “recolocarme” en mi papel de madre hacendosa preparando el desayuno pero fracasé estrepitosamente. Eso no había manera de arreglarlo. Así que no pude más que unirme a las carcajadas de mis hijos.
Ese día mi hijo mayor se iba de excursión. La noche anterior no se podía dormir de lo nervioso que estaba y entonces recordé la excitación con la que yo me metía en la cama cuando era yo la que pasaría todo el día fuera del colegio junto a mis compañeros. El lugar a visitar era lo de menos, lo emocionante era el viaje en el autobús, caminar por la calle, salir de nuestro conocido y habitual entorno. Como no podía ser de otro modo, mi hijo volvió feliz de su excursión contándonos un montón de simpáticas anécdotas. Esa tarde estuvimos juntos, yo en el despacho dándole a la tecla y él a mi lado viendo la tele con su hermana, haciendo los deberes y jugando un rato.
Como cada noche, preparé la cena, cenamos todos juntos en la cocina y al terminar subimos a la habitación.
Como viene siendo habitual, me senté al lado de la cama de cada uno de ellos, y mientras les acariciaba el pelo, les pregunté:
- ¿Cuál ha sido el mejor momento del día, cariño?
Mi hijo lo tuvo claro. No dudó ni un instante.
- El momento en el que te pilló el vecino cantando con la cuchara y… ¡en pijama!
De nuevo nuestras carcajadas despertaron al vecindario. El mejor momento no fue la excursión de la que tanto tiempo llevaba esperando y que le había robado el sueño la noche anterior, no. El mejor momento no fue haber tenido a mamá toda la tarde a su lado en el despacho, no. El mejor momento fueron apenas 30 segundos en los que Tina Turner a mi lado se convirtió en una mera aficionada.
Momentos, esto es lo que coleccionan los niños… Momentos.
Y hoy, justamente hoy, hace 9 años, mi cuerpo, mi vida y mi alma entera cambiaban para siempre con el nacimiento de Carlos.
Tras comer en el restaurante que él mismo eligió, disfrutar de unas vistas maravillosas con un mar en calma y un cálido sol que olía a verano; tras sorprenderle la camarera con una minitarta de chocolate alumbrada por una vela y soplar tan fuerte, tan fuerte que casi terminamos todos bañados en cacao, me dijo:
- Mamá, gracias por este momento. Será para mí inolvidable.
Le abracé, le besé en el cuello y su olor aún a niño me embargó. En ese instante, en ese preciso instante, pensé:
- Mi pequeño coleccionista de momentos…