Sí, los sanitarios estamos cansados y agotados física y mentalmente.
Estos días hablaba con varios compañeros de distintas ciudades y sentí cierto alivio al comprobar que compartimos los mismos sentimientos.
Os confieso que mientras me escribía con mi querida Amalia Arce, pediatra como yo, en ocasiones las lágrimas me impedían ver la pantalla…
Saber que no eres la única a la que esto empieza a hacer mella es un consuelo, un tonto e infantil consuelo, pero un consuelo, al fin y al cabo.
Hay que recuperar la actividad, sin duda, pero ojo, queridos gestores, gerentes, coordinadores, directores médicos, población general, tú que me lees ahora:
Ni somos héroes, ni somos máquinas, ni mucho menos somos invencibles.
A mí personalmente esto es lo que más preocupa ahora mismo: ver la euforia maravillosa de la gente que ya ve la salida de esta crisis (euforia necesaria también os lo digo, debemos recuperar la alegría) y al mismo tiempo el cansancio y el desánimo de mis compañeros con el pensamiento unánime de:
“No podemos volver a pasar por esto otra vez”.
Y en este grupo entramos todos; todos los sanitarios, TODOS SIN EXCEPCIÓN. En hospitales, en atención primaria, en las consultas, todos los que llevamos meses estudiando día y noche bajo una importante presión, leyendo a todas las horas del día mientras seguimos trabajando, calmando ánimos dentro y fuera de casa, intentando mantenernos en pie física y emocionalmente porque nuestra familia y nuestros equipos de trabajo nos necesitan como el respirar.
- Yo no puedo caer. – te repites.
Y una vez más te crees invencible. Pero no lo eres, nadie lo es.
Meses pensando en cosas importantes a todas las horas del día, a todas… Meses reinventándonos cada mañana al levantarnos, analizando las medidas del gobierno de las cuales nos enteramos al mismo tiempo que vosotros, comparándolas a su vez con las de la OMS, con lo que hacen otros países, otros colegas de tu ciudad, de otra provincia, de otra comunidad, con lo que hay hasta ahora publicado, recurriendo a nuestra tabla de salvación “la evidencia científica” que por primera vez ya no es tan evidente…
Al final, cada uno hacemos lo que podemos, no hay dos sitios donde se trabaje igual, esa es la realidad. Os pedimos un poco de paciencia.
Nada nos parece perfecto, pero nos hemos tenido que ir adaptando a cada cambio de medida, de protocolo, de directriz, de obligación sin olvidarnos ni un solo minuto de lo que nos dice nuestro ojo clínico, nuestro instinto médico, nuestro olfato, nuestra intuición y…
Sin perder jamás de vista que, en los niños, hay problemas muchos más graves que la covid19 y que un desliz en cualquiera de ellos, sería un drama.
No todo es covid, no, no lo es, no lo ha sido y no lo será.
Han sido meses agónicos buscando material desesperadamente para protegernos, entrando y saliendo de casa a diario, intentando conciliar, intentando conciliar, intentando conciliar…
Que aquí la mayoría de nosotros somos padres, somos madres y nuestros hijos han estado sin colegio como los vuestros.
Sus deberes, sus conexiones, sus problemas grandes o pequeños, pero suyos al fin y al cabo; sus pesadillas, sus temores, su vida entera en tus manos y tus manos tan ocupadas…
Aun así hemos intentado hacer bizcochos también y pizza casera todos los viernes; sí, ellos no tienen la culpa de nuestro tormento, su inocencia es sagrada, maravillosamente sagrada. Una vez más, mis hijos me han dado la fuerza que a mí me faltaba, así que cuando llegue el momento en el que leáis esta carta: gracias hijos. No os hacéis una idea de lo orgullosa que me siento de vosotros.
Pero la vida no se paraba, todo seguía, todo sigue y cuando al fin llega la noche y ellos duermen plácidamente ajenos a la frenética tormenta cerebral que vives, te metes en la cama con la ingenua idea que ese es tu refugio. Pero de pronto una noche cualquiera te planteas o te plantean lo que nunca te hubieses imaginado:
- Cariño ¿quieres que duerma en otra habitación? ¿Quieres que busque otro lugar durante estas semanas?
Pienso en esto, en esa noche en la que yo misma viví esa conversación y … trago saliva para seguir escribiendo. Ha sido muy doloroso, de verdad.
A ese dolor, a esa incertidumbre, esa sensación de arenas movedizas se le suma el duelo que muchos de nosotros hemos sentido al comprobar como los pacientes, algunos compañeros de profesión, morían solos… Inimaginable unos meses atrás, creo que esa carta que escribí “personas muriendo solas” fue la primera vez que fui plenamente consciente de que esto sería un punto de inflexión en mi carrera profesional.
Cada uno tenemos los nuestros: tu primera enfermedad grave que te hace cruzar la línea, el primer niño que se te muere en una guardia, la primera vida que salvas, tu primer hijo… y ahora esto.
Estamos saliendo, sí y lo celebro como vosotros, os lo prometo. Necesitamos recuperar la vida en las calles, en los parques, en los comercios… Necesitamos reencontrarnos con los nuestros.
- Dios, mamá, papá, ¡cuánto os echo de menos!
Sí, necesitamos salir, por supuesto que sí; nuestros hijos también. Pero hagámoslo con responsabilidad, por favor os lo pido.
Porque lamento deciros que esta batalla, los sanitarios, no la ganamos en las UCIs, la ganamos en nuestras cabezas.
Necesitamos estar bien y, para ello, os necesitamos a vosotros.
Vamos a intentar cuidar todos de todos, vamos a intentar ser responsables, avanzar poquito a poco hacia adelante, siempre adelante con paso seguro, firme y responsable porque no podemos permitir que el sistema sanitario se vuelva a colapsar, no podemos.
Os pedimos paciencia, cordura, responsabilidad y empatía. Creo que no es mucho pedir… ¿Lo intentamos?
Gracias a todos por haber llegado hasta aquí.