Durante un tiempo he llegado a pensar que el volante de mi coche y el agua de la ducha tenían poderes mágicos. Sólo en esos momentos, los 10 minutos escasos de la ducha matutina y los 20 ó 30 minutos que paso al día en el coche, mi mente se vuelve lúcida y las buenas ideas se agolpan una detrás de otra… A veces incluso he alargado el tiempo de la ducha porque cada ocurrencia que tenía era mejor que la anterior.
¿Y el volante del coche? ¿Qué sustancia extraña desprende? Es montarme en el coche, dejar a los niños en el cole, poner las manos al volante y de pronto, no es que se me encienda la bombilla, no; es que un festival de luces led invaden mi cerebro.
Antes de iniciar esta aventura bloguera, mi vida discurría con relativa “tranquilidad” aunque, como todas las madres trabajadoras, a un ritmo frenético: madrugones, desayunos, corriendo al cole, corriendo al trabajo. Nada más salir del trabajo me pongo la gorrita de taxista y corriendo a por los niños de nuevo, clase extraescolar por aquí, clase extraescolar por allá. Llegamos a casa, deberes, baños, cenas, cuentos… ufff! Cuando pillaba la cama mi cerebro directamente hacía OFF, hasta el día siguiente.
Ahora, 6 meses después y con casi un millón de visitas al blog (¡Un millón! Sí, increíble!) llevo el mismo ritmo cotidiano de mamá trabajadora, taxista, cocinera y cuentacuentos pero además bloguera. Mi cabeza va revolucionada, creo incluso que a veces, cuando alguna paciente se me queda mirando fijamente, no es porque se me haya movido el rimmel, si no que me sale humo de la cabeza!
A lo que iba… durante las largas 24 horas del día, sólo se me ocurrían ideas brillantes al volante y en la ducha.
- ¿Pues qué va a ser?- me preguntaba.
- Que tienen poderes mágicos- pensaba yo.
Pues no. Hace unos días en una conversación tranquila y apacible, mi hermano José me sacó de mi fantasía y me explicó el porqué de lo que me estaba sucediendo. Al principio intenté aferrarme a mi teoría de “la ducha y el volante mágico con súper-poderes”, pero a los cinco minutos de escuchar sus sabias palabras, no me quedó otro remedio que poner los pies en el suelo y darle la razón.
“Lucía, el cerebro es como un disco duro. La capacidad de almacenamiento y de trabajo no es ilimitada. Si acumulas mucha información, se enlentece la velocidad de trabajo, te saturas… De vez en cuando, has de resetear, hacer limpieza. ¿Y cómo se hace eso? No acumulando más datos y en algún momento del día parar para no pensar en nada. Mientras estás ocupada pensando en todo lo que tienes almacenado, es decir, lo que tienes que hacer hoy, los deberes de los niños, la reunión con el jefe, la próxima guardia, la charla con la profesora, tu próximo artículo… es imposible que aparezcan nuevas ideas. ¿Por qué crees que las buenas y brillantes ideas aparecen en la ducha o cuando estás conduciendo tranquila escuchando tu música preferida? Porque estás reseteando… porque mantienes tu mente libre de pensamientos y entonces los nuevos pueden entrar!”
¡¡¡Y así es!!! Ahora, todas las mañanas cuando salgo de la ducha con una nueva idea, pienso en mi hermano y su sabio consejo.
Así que te animo a resetear tu cerebro todos los días un ratito… intenta no pensar en nada, relájate y verás como de pronto, las piezas del puzzle encajan incluso aparecerán piezas nuevas que te llevarán a destinos maravillosos.
Os confieso que desde que soy consciente de esto, me levanto 15 minutos antes todas las mañanas ya que los 20 minutos de la ducha no veas lo que me cunden!
¡Dentro de poco me veo duchándome 3 veces al día! Así que la próxima paciente que me mire fijamente en consulta no será porque se me ha movido el rimmel, no; tampoco porque me sale humo, no; ¿será entonces que lo que me sale es…brillo?