Desde muy pequeña recuerdo cómo mi madre practicaba distintas técnicas de relajación conmigo. Sospecho que me utilizaba de conejillo de indias. Y la verdad es que funcionaba. Todos esos años fueron haciendo poso en mí y es justamente ahora, que soy madre, cuando me doy cuenta del regalo tan valioso que me hizo con su sabiduría.
Cierto que los niños son muy impulsivos, sin autocontrol, impacientes y viscerales. En el post ¿Tienes paciencia? Que tanto éxito tuvo, explicaba el por qué los niños se comportan así, en ocasiones como si estuviesen poseídos y cómo podíamos salir airosos de esas situaciones en las que apetece salir corriendo.
Sin embargo, a pesar de su impulsividad, los niños son como esponjas. Cualquier técnica que practiques con ellos enmascarándola bajo la palabra mágica “Juego”, surte efecto.
Hace ya varios años que juego con mis hijos a “Escuchar al silencio”.
Nunca olvidaré la primera vez que jugamos. Nos sentamos a la mesa a desayunar una mañana de domingo y entre el “pásame el Colacao” “y tú las tostadas”, de pronto les sorprendí con:
- Niños, vamos a hacer un juego
- Sí, mami, sí. ¡Un juego! – dijeron los dos mientras saltaban en sus sillas.
- Vamos a jugar a escuchar el silencio. Tenemos que estar callados, y por turnos, decir que se escucha… venga, empiezo yo misma.
Mis hijos inmediatamente dejaron de masticar, abrieron sus ojitos como platos como si abriendo los ojos fueran a escuchar mejor y empezamos…
- Escucho a lo lejos los pajaritos cantar- dije muy suave.
- Es verdad! Yo también- dijo mi hijo mayor.
- Y yo escucho al vecino cortando el césped- añadió mi hija.
- Es verdad- dijimos todos.
- Y yo escucho de fondo el ruido del lavavajillas de la cocina- añadí
- Es verdad, mami.
Le tocaba el turno a mi hijo. Esperó un par de minutos. La verdad es que costaba trabajo escuchar más cosas a parte de los pajaritos y el rum-rum lejano del cortacésped y del lavavajillas, sin embargo, una vez más me sorprendió:
- Yo escucho a mi respiración- dijo mientras tomaba aire profundamente
- Muy bien, Carlos, cariño- le dije con evidentes muestras de alegría. ¡Lo había conseguido! Había conectado con su interior…
Su hermana pequeña lo captó rápidamente y no se quedó atrás:
- Pues yo escucho mis tripitas como hacen ruido y dicen “cómete la tostadaaaa, cómete la tostadaaa”
Y terminamos todos con un ataque de risa al escuchar las señales del cuerpo de mi pequeña.
Ellos no fueron conscientes del ejercicio que hicimos, pero yo sí, y me encantó.
Desde entonces hemos evolucionado mucho. Os voy a recomendar un libro, un librito, más bien, pequeño de tamaño pero inmenso de contenido: TRANQUILOS Y ATENTOS COMO UNA RANA, de Eline Snel. Una introducción hacia el Mindfulness con niños, la conciencia plena, la meditación, la relajación y la conexión con uno mismo. ¡Revelador! Con divertidos ejercicios para hacer con niños entre 5 y 12 años.
¿Os animáis a contarme vuestras experiencias?