No sé si sois conscientes de lo que supone escuchar a un niño de 6 años, de 10, a un adolescente o incluso a un adulto decir: “Me quiero morir. Me quiero suicidar”. Es desgarrador.
¡Basta ya!
¿Os podéis poner por un momento en el lugar de esos padres que ven y sufren a diario cómo sus hijos creen que la única manera de mejorar su situación es quitándose de en medio?
En estos últimos meses he visto en la consulta y hemos atendido en nuestro centro médico a jóvenes y adolescentes con pensamientos similares, pensamientos suicidas, hablemos con propiedad, por culpa del acoso en el colegio, en el instituto o en redes sociales.
¿Sabías que según la OMS el suicidio es la tercera causa de muerte entre los adolescentes?
¡Basta ya!
Leer en las noticias que hay chavales que se quitan la vida por este motivo nos debería hacer reflexionar mucho a todos como sociedad. ¿Qué estamos haciendo, por favor? Ya en el podcast de mi admirada Cristina Mitre hablábamos de ello.
Encender el televisor y ver espantada como personas adultas se quitan la vida por el acoso recibido en redes, por vídeos íntimos y personales subidos a internet sin su consentimiento, por juicios mediáticos donde de forma descarnada y cruel se lanza a los leones a personas como tú y como yo. Repito, como tú y como yo. Y comprobar cómo la gente en redes sociales, lejos de denunciar ese tipo de comportamientos deleznables, los aplauden y promueven más aun el linchamiento público, me llena de desesperanza.
¿De verdad queréis acabar con el acoso escolar y el bullying si nuestros hijos lo que ven son unos padres y unas madres que, o reciben ataques en redes o se comportan como auténticos verdugos y justicieros propios de la época medieval?
Los niños aprenden lo que viven, lo que ven y lo que escuchan. Y son estos niños, los hijos de los verdugos, los que muy probablemente en un futuro ataquen, acosen, obliguen, juzguen, sometan y abusen de las personas que lejos de parecerse a ellos, defienden desde el respeto, su trabajo diario o que simplemente tengan la mala suerte de cruzarse en su camino.
No os voy a contar hoy aquí los ataques que yo he recibido en estos años, no es el tema, aunque alguna vez hablé de ello; lo que sí os diré es que tanto el acoso, como el daño del honor (injurias y difamación) como la difusión en medios de comunicación de fake news es un delito recogido en nuestro código penal con penas de cárcel además de la correspondiente multa económica.
No, señores, no todo vale. En redes sociales tampoco. ¡Basta ya!
¿Queremos acabar con ese tipo de comportamientos entre nuestros hijos? Pues tendremos que empezar por nosotros mismos. ¿Cómo? Dando ejemplo.
- Mamá, ¿qué vas a hacer? – preguntó mi hijo adolescente en una ocasión hace no mucho.
- Denunciar, cariño, denunciar.
Eso es dar ejemplo.
Dar ejemplo es no promover linchamientos ni en redes ni en la vida real.
Dar ejemplo es encender el televisor y no empezar a insultar a todo el que por ahí sale.
Dar ejemplo es no hablar de lo que uno no sabe.
Dar ejemplo es no reírse del diferente, del vulnerable.
Dar ejemplo es no caer en el chiste fácil racista, machista o xenófobo.
Dar ejemplo es NO JUZGAR.
Y dar ejemplo es llevar la EDUCACIÓN, el RESPETO y la TOLERANCIA a su máxima expresión.
Gracias a todos.