Estoy en el aeropuerto del Prat  deseando  que salga mi vuelo  y me devuelva al calor de los abrazos de mis hijos, a las caricias de sus manos manchadas de juego  y a sus besos que arrasan con cualquier resto de colorete que aun tenga en mis pálidas mejillas.

Lo deseo de verdad.

Y vuelvo de Barcelona cargada de experiencias inolvidables que me niego a acumular en la estantería de “objetivo cumplido, pasemos al siguiente”. Porque lo que de verdad nos mueve son las emociones, porque una no recuerda el regalo que le hicieron el día de su cumpleaños; una recuerda lo que ese regalo en ese instante determinado le hizo sentir. Y esto es lo que yo me llevo. Estos dos días me habéis hecho muchos regalos, regalos de los buenos.

Anoche nos reunimos 150 personas en un auditorio para hablar de salud física y salud emocional. Mis compañeros de aeiou coching y servidora, echamos el resto.

  • Lucía, ¿qué quieres conseguir de esta experiencia?- me pregunto Jaume minutos antes de empezar. Y lo hizo mirándome fijamente a los ojos, detrás de bastidores cuando ya estaba el público en la sala.
  • Quiero conectar con la gente, quiero que rían y quiero que se emocionen.
  • Y dime, cuándo estés ahí arriba, ¿qué quieres para ti?

Lo tuve claro:

  • Disfrutar.

Y disfruté. Y disfruté con vuestras carcajadas, que hubo muchas. Disfruté con vuestras caras sonrosadas cuando por sorpresa os mencioné y os hice levantar la mano (¿verdad Pepe y Noe de “cuando los niños duermen”?). Disfruté al compartir con vosotros no solo mis conocimientos de pediatría sino también mis momentos vitales, aquellos instantes que provocan un chispazo en mis tripas. Me emocioné con las imágenes que os mostré al terminar la conferencia, aquellos momentos que le dan sentido a mi vida y convierten a nuestros hijos en lo mejor de nuestras vidas.

Se me paró el corazón durante  unos minutos y me hice pequeñita recordando el origen de mi vocación, el por qué estoy hoy aquí con vosotros.

Se me saltaron las lágrimas al ver las de alguna mamá haciendo cola, esperando que le firmara su ejemplar  y al llegar a mi mesita improvisada, comprobar el temblor de sus manos al entregarme el libro… Tuve que abrazar a alguna de vosotras que os acercasteis a mí y me dijisteis: “Lucía, gracias. Gracias, gracias y gracias por hacerme sentir”. ¿Sabéis lo que significa esto para mí? ¿Lo sabéis de verdad? Creo que no…

Hacen falta más Lucías en el mundo” circulaba un Tweet de @cuandoduermen hoy en la red. Y de nuevo me emocioné al leerlo.

No merezco tanto, no lo merezco. Sólo hablo desde el corazón porque considero que es desde el único lugar desde el que se puede hablar.

¿Que estás más expuesta? Cierto. ¿ Que no hay lugar a escudos? También es verdad. Pero ¿Qué sientes mucho más intensamente la vida? Sin duda.

En estas dos semanas he hecho más de 20 entrevistas en distintos medios de comunicación y todos me preguntan: “¿Dónde has aprendido a hablar así de las emociones?” y me lo preguntan sorprendidos.

Y a mí lo que de verdad me sorprende es que no se hable más de emociones. ¿Pero cómo puede ocurrir esto si son las emociones las que mueven el mundo? Y cuando hablo de emociones hablo de todo tipo de emociones, de las buenas y de las malas, de las alegrías y las penas, de los éxitos y las pérdidas, del amor y del desamor, del deseo y del odio. Todas están dentro de nosotros y todas merecen ser escuchadas.

“A mí me cuesta hablar de emociones”- me decía un amigo estos días. Y yo pensaba: “No pasa nada porque te cueste hablar de emociones, no tienes que compartirlas si no quieres; pero date permiso para sentirlas, reconocerlas y vivirlas”

Y esto es lo que yo les pido a las mamás y a los papás de mi consulta. ¿Tienes pena? ¿Tienes angustia? Bien está con que tú lo sepas. Esto es lo más importante. Buscar dentro y no fuera.

Y esta mañana recibo un mensaje de uno de los asistentes que me deja sin aliento y del que transcribo solo unas frases:

“Me he hecho pequeño. A medida que por oleadas las emociones me iban invadiendo, me iba encogiendo en mi asiento. La complicidad de la oscuridad de la sala y la tensión compartida por muchos pares de ojos húmedos como los míos, hacen que me hunda en esta silla… Y entre las imágenes en blanco y negro del vídeo final y una narración terriblemente tierna, me sorprende la luz neutra, blanca y fría de una sala que entre aplausos enfervorecidos descarga toda su ansiedad, mientras en la profundidad de mi asiento se me escapan las lágrimas de una historia que me deja exhausto…  Gracias, gracias, gracias”

Y en ese momento, con la mano aun temblorosa mientras sujetaba el móvil, pensé:

“Esto es lo mejor de este sueño en el que me encuentro. Sin duda. No llegar a la inalcanzable cifra de los 100.000 ejemplares vendidos! No! ¡Esto: Emocionar y que la gente se dé permiso para sentirlo, para vivirlo y la valentía de expresarlo!”

Gracias a ti, gracias siempre, y te las doy así públicamente aunque no sé siquiera si lo leerás.

BCNGracias a todos los que me escribís, sin conocerme abrís vuestro corazón y me llega todo vuestro cariño, de verdad que me llega y de verdad que lo siento. No siempre os puedo contestar porque mi vida no me da para más, pero lo que sí os garantizo es que os leo A TODOS. Son tantas historias las que me contáis a través del email tras haber leído el libro, tantas emociones, tantos sentimientos, tanto amor, que las gracias os las tengo que dar yo a vosotros. Gracias por sentir y gracias por compartir.

18 días desde que Lo mejor de nuestras vidas está en la calle y ya vamos por la tercera edición. Yo aún no me lo creo. Y esta noticia me llegó hace dos días cuando compartía desayuno con mi primer editor y con mi editor actual, “mis planetarios” que les digo yo. Y cuándo nos enteramos los tres a la vez, os prometo que me hubiese puesto a bailar y saltar en ese mismo instante. Les hubiese dado un mega abrazo a tres, de esos que se dan los equipos de rugbi antes de salir al campo dando saltitos y diciendo oé,oé,oé. Pero pensé: “Venga va, Lucía, contrólate que van a pensar que esto del libro te ha trastornado”. Y me controlé, muy a mi pesar. Y me tuve que conformar con un selfie que guardo como oro en paño.

Sentir

Y cuando leo y escucho el impacto tan potente que mis historias ha generado entre mis lectores, pienso: “Pero si hablo de las emociones que sentimos todos

  • ¿Qué nos está pasando? Por favor; hablemos más de emociones, con vuestros amigos, con vuestros padres, con vuestros hermanos.

Hace dos días le escribía un email a mi hermano con un final que no podía ser otro que : Te quiero.

¿Cuánto hace que no le dices te quiero a tu hermano?

Hablemos de emociones entre amigos, no pasa nada, date permiso. Estamos acostumbrados a hablar de emociones solo con nuestras parejas… y está muy bien! Pero en nuestras vidas hay mucho amor que no demostramos, y no entiendo por qué.

¿Por qué? ¿Alguien lo sabe?

Abraza más, acaricia, besa… Estos dos días he recibido muchos abrazos, ¡qué bueno! El poder curativo de los abrazos! ¿Por qué nos cuesta tanto? ¿De qué tenemos miedo?

Empecemos con nuestros hijos. No pierdas la oportunidad. Habla de emociones con ellos. Es el mejor legado que les podemos dejar. Hablar de emociones nos libera, nos limpia, nos vacía y luego nos llena de nuevo. No te lo pierdas, no hagas que ellos se lo pierdan.

Y es en esto en lo que me dejo la piel con mis hijos.

 

  • Mamá, echo de menos a papá…

No cambies de tema, no intentes distraerle, no le pongas un paño caliente, no lo hagas.

  • Lo sé, mi amor. Es normal que eches de menos a papá; está lejos y no puedes estar con él todo el tiempo que te gustaría. Le echas de menos porque le quieres, y eso, cariño mío, es amor. Y el amor es lo más grande que tenemos en esta vida aunque a veces, mi cielo, como ahora, duela. Pero está bien, cariño, está bien que lo sientas…

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