Esta semana he visto a varios recién nacidos que venían por primera vez a la consulta. Tengo que reconocer que aunque no hay dos familias iguales, las preguntas que soléis hacer son casi idénticas. Me llama mucho la atención.
Por mis manos pasan madres ejecutivas que vienen con el tiempo justo y las dudas apuntadas en el IPhone, padres cuidadosos que desvisten a sus bebés con una delicadeza maravillosa, mamás hippys que acuden con su bebé envuelto en un fulard pegadito a su cuerpo y que curiosamente preguntan poco y sonríen mucho.
Veo también a padres deportistas que con tan solo 2 meses me preguntan cuando lo pueden llevar a la piscina o si son buenos los masajes. Madres solteras con mirada perdida acompañadas de las sabias abuelas. También tengo a “madres metralleta”, lo digo desde el cariño, sabéis que os adoro: aquellas que en 60 segundos son capaces de hacerme 15 preguntas sin parar a tomar aire. Veo también a padres sonrientes y conformistas, todo les parece bien. Madres negativas, todo les preocupa.
La verdad es que veo de todo, me entretengo y a veces juego a las adivinanzas.
Con aquellos papás que vienen con una hoja Excel con los mililitros de leche de cada toma y la hora exacta en las que ha comido, no me puedo contener y les pregunto: ¿Eres ingeniero o trabajas en un banco? Ellos sonríen y yo ¡casi siempre acierto!
Bueno, pues todos ellos, las hippys, las ejecutivas, las amas de casa, las madres solteras, los banqueros, ingenieros, deportistas, maestros y por supuesto las “madres metralleta”, me hacéis la misma pregunta:
“Si lo cojo cada vez que llora, ¿se acostumbrará a los brazos?”
Os voy a confesar que en muchas ocasiones dependiendo de la familia con la que esté tratando, les explicó las cosas de una manera u otra, por ejemplo: al papá de la hoja Excel se lo escribo todo muy clarito, con horarios y cantidades. ¡Les encanta!
A la madre que es un mar de dudas y está en plena depresión postparto, le cuento las cosas de pie, junto a ella, mientras exploro a su bebé pidiéndole su ayuda. La madre hippy da igual lo que le diga porque ella hará lo que le plazca, lo cual me parece estupendo, para eso es su madre. Y además me lo confesará con la mejor de sus sonrisas. Con la mamá soltera abrumada y cansada, me apoyo en la abuela, y entre las tres llegamos a un consenso.
Pero volviendo a la pregunta de… ¿Se acostumbrará a los brazos?
Ahí no hay profesión, ni estado civil, ni ideales que valgan. Ahí soy implacable. Siempre digo lo mismo:
Mira, tu bebé NO acaba de nacer. Tú bebé no tiene 15 días de vida. Tu hijo lleva 9 meses viviendo dentro de tu barriga, escuchando tu corazón, tus tripitas al hacer la digestión. Flotando desnudo en unas aguas calentitas, oyendo la voz de mamá, a veces, a lo lejos la de papá y sintiéndose protegido y feliz. Y así como te lo describo lleva TODA su vida hasta hace escasamente 15 días.
Ponte en su lugar: de pronto llega a nuestro mundo. Siente frío, calor, le ponen ropa encima, le tapan la cabeza, incluso las manos; tiene hambre, una sensación nueva para él; tiene sed, gases; empieza con sus primeras digestiones, escucha ruidos extraños, ve luces cegadoras.. Y lo que es más importante ¿dónde está el pum-pum-pum del corazón de mamá? ¿Y su voz? ¿Por qué no la escucho a todas horas?
¿Qué puede hacer el bebé en ese momento? Sólo una cosa: llorar.
¿Y qué puedo hacer yo? Cogerlo en brazos, achucharle, besarle, susurrarle, abrazarle… Póntelo desnudo sobre tu pecho desnudo. No hay mejor consuelo. No hay mejor calmante.
Durante las primeras semanas de vida de tu bebé, este sólo tiene dos necesidades VITALES y ninguna de las dos se las podemos negar: una es la comida, aliméntale siempre que te lo pida; la otra es afecto: cógelo en brazos, acaríciale, bésale y háblale despacito.
Ya tendremos tiempo para educar…
Y para los que aún no habéis visto el vídeo, aquí está: