Salgo de guardia. Tengo dos posibilidades: ponerme el pijama y meterme en la cama o tomarme un café y ponerme a funcionar.

El cuerpo me pide cama. La mente me pide esto: estoy en un momento de mi vida en el que escribir se ha convertido en una necesidad sobre todo tras momentos como el de anoche.

El nacimiento de un bebé cuando las cosas salen bien siempre es motivo de alegría ¿Verdad? Ramos de flores a la puerta de la habitación, mensajes de felicitación, llamadas, visitas, besos, abrazos…

Once y media de la noche, cojo aire, lleno mis pulmones de un oxígeno que con toda seguridad quien está al otro lado, lo va a necesitar, toco a la puerta y entro.

Desde el amor

Recién nacida durmiendo apaciblemente en su cuna, preciosa, ajena al dolor de alma de sus padres. La joven madre tumbada en una cama bañada en lágrimas. El padre con los ojos inundados, la sonrisa apretada y firme conteniendo la pena que le embargaba. La madrina de la criatura con un llanto respetuoso y lleno de amor mientras acariciaba la mano de la “recién mamá”. Abuela con la cara surcada de experiencia y sabiduría pero ahogada en suspiros y sollozos.

“Cuando las cosas no salen como pensábamos” es uno de los capítulos de “Lo mejor de nuestras vidas”… Y así es.

Estuve unos segundos buscando la mirada de todos ellos, con una sonrisa apacible y serena. Acababan de recibir una noticia que les arrancó de cuajo el maravilloso instante de convertirte en madre y en padre.

La carita del bebé anunciaba un síndrome que indudablemente cambiaría sus vidas.

Hablamos largo y tendido, intenté contestar a todas sus dudas, sus miedos, temores y terrores… intenté consolarles y apoyarles. Les expliqué el caso de otros niños que tengo en la consulta como su bebé y la maravillosa transformación que supuso en las vidas de estas familias.

“Ahora no me vais a creer”- les dije- “pero cuando pase un tiempo descubriréis que todo cobra sentido. Vuestra vida va a cambiar, no cabe duda, de hecho ya está cambiando, pero eso no significa que cambie a peor. Todo lo contrario. Esta criatura os convertirá a vosotros y todos los que estén a vuestro lado, en mejores personas… será un aprendizaje de vida”

La madrina del bebé, aún con la voz tomada por el llanto me dijo en un momento determinado:

  • ¿Cómo podemos ayudarles? ¿Qué podemos hacer? Me da tanta pena…”
  • Pena no. Debéis acompañarles en este proceso, pero acompañarles desde EL AMOR, no desde la pena. Esta niña ha tenido una suerte inmensa de haber nacido en esta familia. Va a ser muy feliz y os va dar muchas alegrías. No os compadezcáis, ni a los padres tampoco. Así no ayudamos. Tenemos que acompañar en los buenos y en los malos momentos pero intentando iluminar sus sombras y sus miedos, no añadiendo más incertidumbre ni tristeza.

No sé cuánto tiempo estuvimos hablando, no sé si les sirvió de mucho o de poco pero el miedo de sus miradas se fue diluyendo en sus lágrimas. Cuando ya entrada la madrugada subí a mi habitación y me acosté a descansar un rato, pensé en mis hijos, en lo que han cambiado mi vida y mi sentir y me emocioné mucho pensando en estos papás, en su madrina y en la pequeña María. Esta mañana, al despedirme de ellos, atisbé un rayito de esperanza en sus miradas y pensé “todo va a salir bien”. Me fui tranquila.

Cuando subí al coche, de pronto empezó a sonar la canción de Mecano: “Tú” que yo hoy dedico a esta mamá valiente que sé positivamente que lo va a hacer muy bien y a la pequeña y preciosa María.

“Tú, sin más porqué” y así es, porque la vida improvisa y no siempre hay un “por qué”

“Tú, que bésame” y nunca dejes de hacerlo porque si en algo son verdaderos maestros estos niños es en besar y en amar.

“Tú, blanqueas mi razón” y llenará de luz tu camino, siempre.

“Tú, me abrazas con los pies” y con las manos, y con la boca y con todo su ser.

Y lo más importante, lo que no se te debe olvidar jamás es que…

“Tú, y sin ti yo no.

Tú, y sin ti ya no.

Tú, me has hecho dimitir

y hoy yo se dice así:

.”

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